El color de las estrellas

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Dara Sánchez Ríos

Quizás el nombre Luis Russell no te resulte familiar, pero seguramente el ritmo del jazz te ha cautivado, haciendo imposible no moverse al compás de sus notas.

De piel negra, bañada por el mar, su sangre caribeña fluía con música, llenando su cuerpo y su alma de melodías que han perdurado a lo largo del tiempo.

Nació en Bocas del Toro, Panamá, el 5 de agosto de 1902. De ascendencia afrocaribeña, su madre era originaria de San Andrés y su padre de Jamaica. Desde muy pequeño, Russell estuvo inmerso en el ámbito musical gracias a su padre, quien era profesor de música. Bajo su guía, aprendió a tocar varios instrumentos, como el violín, la guitarra, el trombón y el piano, sentando así las bases de su futuro éxito.

El amor y la pasión por la música eran evidentes en él, lo que llevó a su familia a mudarse a Colón, donde pudo continuar desarrollando su talento. Allí, siguió creciendo como artista, tocando el piano en películas mudas y en un casino local.

A los 17 años, decidió mudarse a la ciudad de Nueva Orleans, la cuna del jazz, persiguiendo su sueño de convertirse en un pianista profesional. En 1925, se trasladó a Chicago y se unió a la “Doc Cook and his Dreamland Orchestra”. Posteriormente, formó parte de la banda de King Oliver, y dos años después se trasladaron a Nueva York.

Russell tenía alas en los pies y nada lo detenía, lo que lo llevó a formar su propia orquesta. Para 1929, su grupo ya se había convertido en una de las bandas de jazz más importantes y famosas de la ciudad de Nueva York.

En la Gran Manzana conoció a Louis Armstrong, y su banda comenzó a acompañarlo en sus presentaciones. En 1935, Armstrong compró la banda y Russell quedó como su director y arreglista, lo que evidencia la cercana relación que ambos compartían.

Finalmente, en 1943, Luis Russell volvió a liderar su propia banda, con la cual grabó algunas canciones exitosas y realizó giras hasta 1948.

Lamentablemente, el artista falleció a los 61 años, el 11 de diciembre de 1963, en la ciudad de Nueva York. Russell fue una persona admirable por la ambición que siempre lo impulsó. Soñador de grandes metas, nunca se desmotivó ni se rindió. Cada paso que daba lo hacía ascender en su carrera artística, hasta convertirse en uno de los mejores jazzistas de su tiempo.

A pesar de las barreras del racismo que enfrentó, no permitió que estas le impidieran alcanzar sus sueños. Russell superó los obstáculos y brilló con luz propia, dejando un legado imborrable en el jazz.

Recientemente, ha sido reconocido como pionero e innovador por sus contribuciones al desarrollo de nuevas técnicas de arreglos en el piano. Fue un gran pianista de jazz, director de orquesta, arreglista y compositor. Su historia merece ser conocida en el mundo, pero especialmente en Panamá, como la de un gran talento y una fuente de inspiración.

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